Hasier
Larretxea
Barreras
La Garúa Libros,
2013
Oigo The Glorious Land de PJ Harvey (canción incluida en su último
álbum: Let England Shake, 2011) y
pienso en la infancia de la cantante en la campiña inglesa, allí en el condado
de Dorset, rodeada de ovejas, aprendiendo a tocar el saxo y la guitarra; y
pienso también en Hasier Larretxea, en su infancia en el valle de Baztan (Navarra),
rodeado por verdes laderas, aprendiendo a hablar, aprendiendo el sonido de los
campos.
La Garúa libros acaba de publicar
Barreras, la edición traducida al
castellano (traducción realizada por el propio autor en colaboración con Zuri
Negrín) de Atakak (Alberdania, 2011), libro escrito originariamente en
euskera por el poeta navarro, establecido desde hace años en Madrid. Y es que Barreras incluye esa conexión entre
música y poesía, pues Hasier cita a la cantante inglesa. Ciertamente, en el
libro se convocan diferentes influencias musicales y literarias, además de
erigirse con vigor y tensión vital entre la expresión interior del poeta y las
circunstancias (exteriores) o el paisaje en las que habita, en la experiencia de
afrontar los límites o las fronteras ante las que nos alzamos como razón de ser
individual y también como razón de creatividad.
Barreras se divide en cuatro partes bastante diferenciadas. En la
primera el paisaje urbano se hace presente desde el título: Cercado por los escombros de los edificios. Aquí
el poeta pisa firmemente el desequilibrio urbano, la capacidad de la ciudad de
crearse sobre los escombros y renovarse constantemente. Además, Hasier nos
muestra la ciudad no solo como un ámbito más de intemperie que de amparo,
ámbito de exteriores deshumanizados, sino también como un no-lugar, como un lugar
para el olvido:
Recuerdo,
muralla del pasado.
Cementerio de la memoria.
Y el olvido no es más que la
negación de uno mismo, la negación de lo que hemos sido, el borrado de todo lo
que somos. No obstante, frente a esa superficie imperativa, frente a esos
cercos urbanos, Hasier identifica ríos y riachuelos en su subsuelo, creando
imágenes evocadoras y poderosas, flujos de agua que saben su destino, que no
dejan de avanzar, que mantienen su rumbo a pesar de todas las barreras, de
todas las dificultades; incluso, a veces, a pesar de nosotros mismos.
En la segunda parte, Pliegues en la ropa tendida, frente a un
cierto esperpento irónico de lo urbano, surge un ámbito natural, rural, que es
el ámbito familiar del poeta, la casa sólida en la que se crío, el paisaje, la
seguridad de lo conocido:
Vidas que se cuelgan del hilo
de la cordura.
El apego no a la tierra sino a
una cotidianeidad de sonidos y acciones, a la vitalidad cultivada de los
árboles y los prados, una manera de respirar y de enfrentarse a la luz, es el
reconocimiento de la propia identidad, del paganismo telúrico que pervive en el
subconsciente del autor y que le ayuda a reconocer el mundo y a reconocerse a
sí mismo en cualquier entorno. Aquí las barreras son las distancias, y la mayor
de las distancias que tiene que recorrer no es otra que la del poeta para
retornar a sí mismo.
La tercera parte, La perdurabilidad del resplandor, se
nutre de poemas breves donde frente al exterior urbano o rural, el poeta se
afianza en un diálogo entre un tú y yo atemporal, eminentemente amoroso:
Que la muerte
te sorprenda conmigo.
En esta parte la poesía es un
reflejo en el otro, un mantener la mirada hacia el exterior de uno mismo, un
sostenerse en el idioma del conocimiento, es la luz que emana y abraza la
sensibilidad y la sensatez, interpretando la complejidad de lo sencillo. En
estos poemas breves, casi aforísticos, Hasier nos presenta su yo más reflexivo,
más depurado.
Y, la cuarta y última parte, A escondidas con la memoria del olvido, el
poeta desentraña una existencia en la que las luces y las sombras forman un conjunto
vital y sincero; donde el lenguaje, tal vez de forma totalmente contradictoria,
es la herramienta para la superación de cualquier barrera pero también la
excusa para levantarlas:
Cuando se habla para no
pronunciar.
Cuando la palabra es un embudo.
Barreras es un libro de una aparente ligereza formal que desvela una
honda preocupación por la estética de lo natural y por la belleza del
pensamiento. Su estilo limpio y depurado esconde un gran trabajo de contención
y expresividad, donde el amor –identificación absoluta–, sin ser nombrado como
tal y, por tanto, huyendo de cualquier evidencia, se convierte en el soporte
firme, en motor de superación y creación.
Al fin, vuelvo a PJ Harvey, y es
que la cantante inglesa mezcla a la perfección en Let England Shake sonoridades de diversas procedencias, creando así
una música mágica, dulce y vigorosa. Permítanme la analogía: Hasier Larretxea también
mezcla en Barreras sonoridades y temáticas
distintas para crear una poesía convincente y sentida.
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