lunes, 19 de agosto de 2013

"Barreras", de Hasier Larretxea





Hasier Larretxea
Barreras
La Garúa Libros, 2013





Oigo The Glorious Land de PJ Harvey (canción incluida en su último álbum: Let England Shake, 2011) y pienso en la infancia de la cantante en la campiña inglesa, allí en el condado de Dorset, rodeada de ovejas, aprendiendo a tocar el saxo y la guitarra; y pienso también en Hasier Larretxea, en su infancia en el valle de Baztan (Navarra), rodeado por verdes laderas, aprendiendo a hablar, aprendiendo el sonido de los campos.

La Garúa libros acaba de publicar Barreras, la edición traducida al castellano (traducción realizada por el propio autor en colaboración con Zuri Negrín) de Atakak (Alberdania, 2011), libro escrito originariamente en euskera por el poeta navarro, establecido desde hace años en Madrid. Y es que Barreras incluye esa conexión entre música y poesía, pues Hasier cita a la cantante inglesa. Ciertamente, en el libro se convocan diferentes influencias musicales y literarias, además de erigirse con vigor y tensión vital entre la expresión interior del poeta y las circunstancias (exteriores) o el paisaje en las que habita, en la experiencia de afrontar los límites o las fronteras ante las que nos alzamos como razón de ser individual y también como razón de creatividad.

Barreras se divide en cuatro partes bastante diferenciadas. En la primera el paisaje urbano se hace presente desde el título: Cercado por los escombros de los edificios. Aquí el poeta pisa firmemente el desequilibrio urbano, la capacidad de la ciudad de crearse sobre los escombros y renovarse constantemente. Además, Hasier nos muestra la ciudad no solo como un ámbito más de intemperie que de amparo, ámbito de exteriores deshumanizados, sino también como un no-lugar, como un lugar para el olvido:

Recuerdo,
muralla del pasado.

Cementerio de la memoria.

Y el olvido no es más que la negación de uno mismo, la negación de lo que hemos sido, el borrado de todo lo que somos. No obstante, frente a esa superficie imperativa, frente a esos cercos urbanos, Hasier identifica ríos y riachuelos en su subsuelo, creando imágenes evocadoras y poderosas, flujos de agua que saben su destino, que no dejan de avanzar, que mantienen su rumbo a pesar de todas las barreras, de todas las dificultades; incluso, a veces, a pesar de nosotros mismos. 

En la segunda parte, Pliegues en la ropa tendida, frente a un cierto esperpento irónico de lo urbano, surge un ámbito natural, rural, que es el ámbito familiar del poeta, la casa sólida en la que se crío, el paisaje, la seguridad de lo conocido:

Vidas que se cuelgan del hilo
de la cordura.

El apego no a la tierra sino a una cotidianeidad de sonidos y acciones, a la vitalidad cultivada de los árboles y los prados, una manera de respirar y de enfrentarse a la luz, es el reconocimiento de la propia identidad, del paganismo telúrico que pervive en el subconsciente del autor y que le ayuda a reconocer el mundo y a reconocerse a sí mismo en cualquier entorno. Aquí las barreras son las distancias, y la mayor de las distancias que tiene que recorrer no es otra que la del poeta para retornar a sí mismo.

La tercera parte, La perdurabilidad del resplandor, se nutre de poemas breves donde frente al exterior urbano o rural, el poeta se afianza en un diálogo entre un tú y yo atemporal, eminentemente amoroso:

Que la muerte
te sorprenda conmigo.

En esta parte la poesía es un reflejo en el otro, un mantener la mirada hacia el exterior de uno mismo, un sostenerse en el idioma del conocimiento, es la luz que emana y abraza la sensibilidad y la sensatez, interpretando la complejidad de lo sencillo. En estos poemas breves, casi aforísticos, Hasier nos presenta su yo más reflexivo, más depurado.

Y, la cuarta y última parte, A escondidas con la memoria del olvido, el poeta desentraña una existencia en la que las luces y las sombras forman un conjunto vital y sincero; donde el lenguaje, tal vez de forma totalmente contradictoria, es la herramienta para la superación de cualquier barrera pero también la excusa para levantarlas:

Cuando se habla  para no pronunciar.
Cuando la palabra es un embudo.

Barreras es un libro de una aparente ligereza formal que desvela una honda preocupación por la estética de lo natural y por la belleza del pensamiento. Su estilo limpio y depurado esconde un gran trabajo de contención y expresividad, donde el amor –identificación absoluta–, sin ser nombrado como tal y, por tanto, huyendo de cualquier evidencia, se convierte en el soporte firme, en motor de superación y creación. 

Al fin, vuelvo a PJ Harvey, y es que la cantante inglesa mezcla a la perfección en Let England Shake sonoridades de diversas procedencias, creando así una música mágica, dulce y vigorosa. Permítanme la analogía: Hasier Larretxea también mezcla en Barreras sonoridades y temáticas distintas para crear una poesía convincente y sentida.




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