Martín Lucía
AQTC
Ediciones En Huida, 2012
Tras su primer libro Los desperfectos (2009) y el cuaderno Poemario en construcción (2011), Martín Lucía publica AQTC (2012), que es un doble volumen
formado por un primer libro titulado Pues
el tiempo no para, y otro segundo, titulado Las formas del mar.
Dos años han pasado, pues, desde Los desperfectos hasta estos nuevos
libros. Si en el primero encontrábamos un sujeto que trataba de recomponer los
desperfectos que el tiempo se encargaba de abandonar en la conciencia del poeta
junto a cierto desencanto existencial, este nuevo trabajo no prescinde del todo
de ese característico ubi sunt de Los desperfectos (aunque ahora en lo
perdido también se halle la memoria y algunos «brotes» o «latidos» breves y
fugaces que se echarán de menos incluso antes de ocurrir, como una nostalgia a priori o catafórica). No obstante, ya
no es sólo esa retrospección, esa mirada atrás, sino un vaivén que mantiene ese
sentido existencial también en el presente y en su prospección o futuro
incierto, pues es AHORA cuando TODO COMIENZA. Y son estas palabras precisamente
las que se esconden, según me reveló el propio autor, tras el acrónimo título
del libro AQTC
(AhoraQueTodoComienza). Esta es la primera de las curiosidades que acapara este
hermoso libro.
Como vemos, ya desde el título se arriesga el
autor a no ser entendido y, de alguna manera, nos reta a todos a conocer qué
atesora esos símbolos, esos fonemas aparentemente inconexos, extraños,… como
es, definitivamente, el desvío, el extrañamiento y el misterio del lenguaje
poético.
La segunda curiosidad del libro que voy a
señalar es su formato compuesto de un estuche que pretende simular la forma de
los dobles discos de música. De esta manera, el libro como objeto, como
continente aportará significación a su contenido. Como en seguida veremos se
pretende así una vinculación a la música con la que el autor experimentará su
propuesta creativa, su diálogo poético.
Y he aquí la tercera curiosidad que el libro
muestra: la interdiscursividad, es decir, la relación semiológica entre el texto
literario y otra arte como, en este caso, la música que forma parte de la
sentimentalidad del autor.
Así, en el primer libro Pues el tiempo no para el autor propone en cada poema uno de estos
discos (Honestidad brutal, de Andrés
Calamaro y Tu labio superior, de
Christina Rosenvinge), o bien, la canción «Caminando en círculos», de Quique
González. En el segundo libro-disco serán tres canciones («El tiempo no va a
volver», de Ira Gershwin y Kurt Weill; «Demasiado tarde», de Enrique Urquijo; y
«Jukebox» también del ya mencionado Quique González). Referencias todas que
funcionan como claves muy significativas. Por ejemplo, esta última canción «Jukebox»
es también la llave para entender otra propuesta lectora de este libro, ya que
permite también una lectura selectiva o aleatoria como en esa máquina musical «Jukebox»,
eligiendo un poema del conjunto, pues todo es un ciclo que no tiene principio y
fin, un eterno retorno. A veces, dará la sensación de leer en espiral o de
volver al poema, pues se repiten las obsesiones y los símbolos. Los dos
volúmenes funcionan también a la manera de una antigua máquina fotográfica con
sus positivos y sus negativos, es decir, cada libro será reflejo del otro.
En definitiva, podemos deducir dos conclusiones:
la primera será que en el proceso creativo del libro el autor se ha imbuido de
esas músicas retenidas en su memoria o escuchadas incluso mientras escribía. La
siguiente consiste en que el autor parece proponernos escuchar o, al menos,
vincular esas canciones con cada poema para acercarnos así a la misma acústica
que le inspiraron a él esos poemas.
Una vez explicada esta curiosa experimentación
intertextual, paso a comentar a modo de pinceladas algunos aspectos de la
poética que creo entender y extraer de AQTC.
Como dijimos, es ahora cuando nace una vida nueva
y el tiempo para el poeta no es más que el círculo en el que todos caminamos,
un ciclo inevitable y necesario. De hecho, la estructura de los libros responde
al ciclo de las estaciones desde la primera parte del primer libro, «Estación
primera: invierno», hasta la quinta parte «Estación quinta: invierno». Se
refuerza así la idea del avance imparable y circular del tiempo como un
trasunto inevitablemente existencial. De este modo, el poeta se sitúa también
ante el futuro junto a su amor para enfrentarse a la incertidumbre venidera en
el poema liminar «Presagios» que introduce el libro y la inminente primera
estación invernal:
Presagios
Al fondo ya lo vemos.
Vienen los días de dura labor.
Amor, no desfallezcas.
Es sólo el vaivén del primer invierno.
«Presagios» es un poema que volverá a repetirse
con cierta variación en el inicio también del segundo libro Las formas del mar para ejercer una
función de bisagra, de nexo entre ambos. Igualmente, Las formas del mar continúa las partes estacionales desde el
invierno retomado hasta la Estación cuarta: otoño.
Este carrusel estructural es la forma en que se
dispone un sistema simbólico bien definido a lo largo del libro. Así, a través
de las estaciones y referencias temporales podríamos desplegar las siguientes
claves interpretativas:
-
La primavera responderá a la
ilusión, al deseo.
-
El verano corresponde a la
plenitud, al goce, a la unión con la naturaleza, pero también a la disolución o
combustión.
-
El otoño entrañará la desilusión,
el vacío, la pérdida y la nostalgia. Es también la estación de la memoria.
-
El invierno se identificará con
la desaparición y la muerte.
-
Hay meses híbridos, como
febrero, que será siempre un mes que juega a la traición del adelanto de la
primavera en pleno invierno.
Cabría preguntarse ¿por qué empieza el libro en
el invierno?, si es una mera condición del calendario o tiene un significado en
sí mismo y en relación con la poesía del autor. ¿Por qué empezar en la estación
en la que todo muere? ¿Por qué sólo se empieza desde el impulso de la muerte o
del olvido?
Hoy todo es inicio, crepuscular, nos
dice en el poema «El desamor es solo el principio».
Y en el poema «Enero»: Del vendaval que es enero y que arrasa todo
nacerán las nuevas flores.
Estas paradojas tienen que ver con esa defensa
del tiempo como un círculo, un fin que es un principio. Ahora que todo comienza tiene sentido porque antes existió la
conciencia de la muerte, pero no una conciencia nebulosa y abstracta, sino
sentida o experimentada. Así, en el poema «Muro blanco, ciprés y camino»,
leemos: No
supe qué tiempo era, no supe si era fin o inicio o Al despertar el
tiempo era luz vuelta.
Como vemos, a lo largo del libro se desarrolla
una dualidad cíclica mediante la simbología de conceptos como sepultura y
andadura o elegía y epifanía, las dos caras del mismo libro.
También como en Los desperfectos encontramos en estos libros un alto
autoconocimiento, es decir, la poesía se entiende como una búsqueda de ese
conocimiento que llega a iluminarnos a todos, a «Nosotros», espectadores
activos de una lírica propia y original. En este sentido, una clave que me
parece esencial a la hora de abordar la poética de Martín Lucía es la verdad,
la verdad de sí mismo en el mundo que le rodea: a través de la poesía el poeta
declara su amor a sus seres queridos (mujer, padres,…) como ocurre, por
ejemplo, en el poema «Es hora de hablar» o en el poema díptico «Cuatro años»donde
se entiende muy bien el poder de la escritura para ratificar el sentimiento
amoroso: que
yo venía de la soledad a tu cuerpo, te escribo.
Así, la poesía de Martín Lucía expresa esa
verdad vital que da sentido al arte y al poema, aunque eso suponga también
romperse. Leemos en el segundo poema, el titulado «Alcohol, suerte o talento»
lo siguiente:
[…]
Me rompo y
persisto en la fe
de escribir desde
la sangre y el vacío,
extinguirme una
vez tras otra,
y comenzar de
cero.
Porque la poesía,
como el sexo,
tiene que
despeinar y vaciar la respiración.
Sé de poetas que
acumulan libros
como quien
acumula postales de aeropuertos:
nunca aportarán
nada.
Es su dorsal de
mármol y su entrega,
ficticia.
Yo, mientras
tanto, quedo en mi palabra,
saciado, roto.
Apenas la dorsal,
los ojos
y la honestidad
en mí.
Un poema que podría sintetizar todas estas ideas
expuestas podría ser el titulado «Abuela» que, de alguna manera, pienso que
concentra la poética general de este libro.
Quiero terminar con unas palabras de Eugenio
Montejo para decir que AQTC (Ahora que
todo comienza) nos hace sentir de alguna manera que la poesía asume hoy, en nuestra era industrial (digital), una condición subterránea que en su
replegamiento encarna la esencia que toma el lugar de la creencia abandonada de
Dios como redención de la vida. Ante una desvalorización de la conciencia en el
plano público, la gente necesita verdades a las cuales aferrarse, y una de
ellas es la poesía, porque le ofrece una verdad. La poesía es una verdad. Y
este libro, sin duda, es una verdad incuestionable.
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