lunes, 4 de marzo de 2013

Zonas comunes, de Almudena Guzmán





Almudena Guzmán
Zonas comunes
Visor, 2011

            Por Elvira Ramos

            No me gustan los premios literarios, nunca adquiero un libro porque haya recibido uno, pero he de reconocer que el Premio Tiflos 2011 de Poesía  me gusta mucho, muchísimo, y además, me quita el sueño si lo releo alguna noche.

Confirmo que no soy  la única a la que  desplaza a otra realidad que la mantiene lúcida y dispuesta a un discurso crítico tan olvidado en estos tiempos y tan íntimamente necesario, ahora que es complicado publicar el malestar y que sea original, sólo de uno.

No hay un solo verso que no me guste, luego, a parte y por encima de todos, están los que me apasionan, los pequeños detalles, los espacios comunes del libro que, a pesar de su división en dos secciones, me alimenta por igual desde el principio hasta el final.

Es de justicia, tanto para La Guzmán, así, con artículo y mayúsculas, como pasan a llamarse los grandes de la escena teatral, La Xirgú, La Espert, La Portillo, etc, como para esa España que ya nos recordaba Blas de Otero, hacer hincapié en el compromiso social y político, a la vez que ético y estético, de este libro.

Es la reactualización del concepto de vigencia del dolor de España, de que hay cosas en este país nuestro que nunca cambian, que siempre terminan saliendo a la luz, por mucho que nos pese, que es más que probable que formen parte de nuestra idiosincrasia como pueblo, que tanto y tanto nos duelen.

Los tiempos pasados nunca fueron mejores, pero tengo la sensación con este libro que el problema es que dependiendo de en qué, no hemos tenido tiempos pasados. Somos atemporales en miseria, penas y faltas de respeto, en explotación de almas y prostitución de cuerpos.

Palabras duras, pero justificadas tras la lectura número siete de estas páginas, una por cada día de la semana, con el fin de, ilusa de mí, esperar que mi percepción del mundo a través de las palabras de Almudena Guzmán hubiera cambiado algo de un día para otro.

Pero no, ya se encarga la autora de hacer que cada lectura parezca diferente, y hiera sin embargo, tanto como la primera que de Zonas Comunes se realiza.

Me atrevo a llamar humanista a Guzmán, no solo por sus alegatos contra la injusticia y la deshora, sino por la riqueza referencial de la que hace alarde, con todo derecho. Referencias que reivindican una formación cultural completa, de las que ahora ya no se reciben. Una búsqueda de la complementariedad de las diferentes disciplinas que conforman el objeto de estudio del mundo de las letras,  enviar currículos griegos/ a los fenicios”, ahí es nada. Dos “istmos” en uno, no hay mayor realismo que este culturalismo solo accesible para unos pocos, que ella deja ahí, como si se tratase de una proclama populista.

Pero no se conforma Almudena Guzmán con recordarnos que somos seres sociales.  Si algo tiene la poesía que nos regala y lanza como puñales voladores y que siempre hiere donde más daño hace, es que nos recuerda continuamente que la sociedad está formada por individuos, y que por tanto, los dolores generales están compuestos de los individuales. De ahí que no sea extraño que, por medio de lo que vemos a través del cristal del mundo, encontremos lo que realmente está pasando en nuestro interior, la tristeza de que el tiempo pasa para todos, que todos hemos pensado alguna vez qué hubiera pasado si en lugar de… hubiéramos…

Nos plantea una realidad que no porque nos la vendan de colores, tiene que desconocer que todo gira en torno al blanco y el negro, además, tiene por costumbre, como ya hizo en Usted, ser tan jodidamente descarada, descarnada, aguda, lúcida, irónica, dulce e inteligente, que en Zonas Comunes nos habla del futuro en pretérito imperfecto, y nosotros vamos, y seguimos como si no pasara nada.

Mientras su poesía siga manteniendo el verbo escribir en gerundio, yo, le concedo el permiso que ya le otorgué a Calderón, cuando me dijo que espabilara, que los sueños que tenía no eran sino la consecuencia de tomar  los genéricos de Tranquimazin y Prozak.

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